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Float Nation: La desconexión sensorial llegó a Valparaíso

En medio del ajetreado corazón financiero de Valparaíso, a pasos del Reloj Turri, los bancos y el puerto; un lugar aloja las dos primeras cápsulas de desconexión sensorial de la Región de Valparaíso. Float Nation las trajo hasta aquí y han causado furor entre los porteños, ya que brindan descanso, confort y aislamiento del mundo por una hora, que equivale casi a tres días de sueño.

Vivir la experiencia Float Nation

El edificio de Esval, a menos de una cuadra de la Plaza Sotomayor, guarda dentro suyo las dependencias de Float Nation y sus cápsulas de desconexión sensorial. Hasta ahí partí hace unos días atrás. 

Luego de subir por el ascensor me asomé a un pasillo de departamentos donde un cartel anunciaba el local de Float Nation. Toqué la puerta y una amable recepcionista me hizo pasar hasta una sala. Ahí me esperaba Cristopher junto a una gran pecera con la casa de Bob Esponja y un cariñoso perrito.

Cristopher me explicó en qué consistía la experiencia del floating, esta desconexión sensorial en una cápsula que te aísla del mundo, al tiempo que flotas (¡Sí! ¡Flotas!) sobre una solución de líquido con sal que está a tu misma temperatura.

La experiencia dura una hora y puedes vivirla de tres maneras: A oscuras dentro de la cápsula, con las luces de la cápsula o con unos lentes de realidad virtual. Para hacerla sólo debes ir con un traje de baño y una toalla. El resto es dejarse llevar.

Una hora aislado del mundo

Me cambié de ropa en el baño y me dirigí por el pasillo hasta la habitación del fondo donde la cápsula emitía su luz azulada y con brillos. Dentro, el líquido salado descansaba como si fuera agua. Pregunté donde apoyaría mi cabeza y Cristopher me explicó que no era necesario, ya que iba a flotar.

¡Y así fue! Me deslicé dentro de la cápsula, me sumergí lentamente en el líquido y cuando me tendí mi cuerpo quedó ingrávido. Cerré los ojos y sentí que volaba, lo que me dio mucha risa. Era como estar en el espacio, sin entender muy bien dónde estaba. 

Luego comenzó el viaje hacia dentro y todo se sintió distinto. Primero fue muy sensorial: la textura del líquido, la distancia entre un pie y otro que parecía eterna; una burbuja que subía por mi espalda y el crujido de un dedo que sonó por todo ese universo. Era genial moverse ahí, lentamente, ingrávidamente.

Luego vinieron las ideas. En un momento me imaginé dentro del vientre materno. Y fue bacán. Luego las ideas iban y venían, mientras el cuerpo flotaba y me relajaba en un estado muy parecido al de la meditación.

Tranquilidad, hambre y sed

De pronto sentí un suave y lejano golpe. Y otro, y otro más. Supuse que ya era hora de salir. Abrí los ojos y sentí como la sustancia se deslizaba por mi cuerpo y de apoco volvía a la realidad muy relajado.

Me di una ducha para sacarme la sal y al salir me ofrecieron un taza de té. Me sentía muy tranquilo y de a poco me empezó a dar mucha hambre. Una sensación muy parecida a cuando finalizaba mis sesiones de yoga.

Luego la ciudad me apareció amable y lejana, un eco distante mientras caminaba tranquilamente en busca de una cerveza y unas papas bravas.

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Fuente: https://apuntesyviajes.com/

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