Fundación Salud Circular llama a prevenir la soledad no deseada y sus graves efectos en la salud

La soledad no deseada no es solo un tema que genere efectos emocionales en las personas, sino que es también un problema de salud pública con impactos concretos y devastadores. Quienes viven en contextos prolongados de desconexión social presentan un riesgo significativamente mayor de desarrollar enfermedades como depresión, ansiedad, deterioro cognitivo, presión arterial elevada, inflamación crónica y hasta muerte prematura. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que más de 871.000 muertes al año, en el mundo, están relacionadas con la falta de vínculos sociales.

Según información proporcionada por la Fundación Salud Circular, la evidencia científica demuestra que el aislamiento social incrementa el riesgo de enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, diabetes tipo 2 y debilita el sistema inmunológico, haciéndolo más vulnerable a infecciones. En el ámbito neurológico, la soledad prolongada se asocia al desarrollo de demencia, afectando de forma transversal diversos sistemas del cuerpo humano.

Sandra Lanza Sagardia, presidenta de Salud Circular, médica y especialista en Medicina del Estilo de Vida, señala que la soledad también genera un impacto en la adherencia a tratamientos médicos. “Las personas solas tienden a postergar o abandonar sus controles de salud, muestran menor motivación para mantener hábitos saludables y enfrentan más dificultades para sostener cambios conductuales. Por el contrario, las redes sociales sólidas han demostrado actuar como verdaderos factores protectores para la prevención y el tratamiento de enfermedades”, sostuvo la profesional.

Frente a este panorama, la especialista destacó acciones que pueden ayudar a revertir las consecuencias de la soledad no elegida, entre ellas intervenciones clínicas como la terapia cognitivo-conductual, y estrategias comunitarias como grupos de caminata, lectura, voluntariado o actividades intergeneracionales, todas orientadas a crear espacios donde las relaciones significativas puedan florecer. También se valoran las herramientas tecnológicas como videollamadas y plataformas de apoyo virtual. 

La soledad en las personas mayores

Carla Bonatti Paredes, enfermera y vicepresidenta de la fundación señala que las personas mayores son quienes enfrentan con mayor crudeza los efectos de la soledad. Factores como la pérdida de seres queridos, enfermedades crónicas, problemas de movilidad o precariedad económica agravan su aislamiento. Esta desconexión se ha vinculado directamente a un aumento del 50% en el riesgo de demencia, del 30% en enfermedades cardiovasculares y del 25% en la probabilidad de muerte prematura.

“La soledad también favorece conductas de riesgo como el sedentarismo, el tabaquismo y el consumo de alcohol, además de impactar negativamente en el bienestar subjetivo. Estudios internacionales revelan que incluso puede estar asociada al aumento de pensamientos suicidas, especialmente en hombres mayores de 85 años”, indicó.

Respecto a las señales que pueden alertar de posibles situaciones de riesgo, la profesional sostuvo que muchas de ellas pueden manifestarse de manera sutil, como cambios en el apetito, problemas de sueño, tristeza persistente, pérdida de interés en actividades o dificultades de memoria. Por eso, el rol de la familia es clave. La atención afectiva, la comunicación constante y el involucramiento de las personas mayores en la vida familiar son formas efectivas de mitigar la soledad.

La familia es la principal fuente de apoyo social y emocional para las personas mayores. Los miembros de la familia pueden ayudar a combatir la soledad de diversas maneras. Es fundamental mantener una comunicación regular y abierta con las personas mayores. Esto puede incluir llamadas telefónicas, visitas en persona, videollamadas o incluso mensajes de texto. No hay mayor alegría para una persona mayor que recibir la atención de quienes ama.

Otras estrategias pueden ser: involucrar a las personas mayores en la vida familiar a través de la solicitud de consejos, reconocer su experiencia y sabiduría; apoyar su independencia, permitirles tomar decisiones y desarrollar actividades; ayudarles a encontrar un sentido de propósito, para sentirse útiles y valorados.

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