La realidad país en materia de obesidad es alarmante. Según el informe 2025 “Alimentando el negocio: Cómo los entornos alimentarios ponen en peligro el bienestar de la infancia” elaborado por UNICEF, el 27% de los niños, niñas y adolescentes chilenos entre los 5 y 19 años, presenta obesidad.
El documento, elaborado en base a datos obtenidos en más de 190 países, ubica a Chile entre los más afectados a nivel mundial, situación que tiene su origen en factores como: el mal diseño de la industria alimentaria, la inequidad, el sedentarismo propiciado por el desarrollo digital y la falta de espacios para el juego libre y la actividad física.
Sandra Lanza Sagardia, presidenta de la Fundación Salud Circular señala que “el aumento de la obesidad en niños, niñas y adolescentes no se trata de un problema individual, sino de un fenómeno complejo que refleja el entorno en el que crecen las infancias. El libre acceso a alimentos ultraprocesados, una dieta deficiente en fibra y nutrientes, una urbanización que no considera espacios seguros para el juego y la movilidad, el estrés y la falta de sueño en edades tempranas, son algunos de los factores causantes de las alarmantes cifras”, puntualizó la profesional.
Los contextos sociales son otro factor que inciden directamente en los números. Los recursos limitados muchas veces llevan a las familias a consumir alimentos que tienen bajo aporte nutricional pero que suelen ser más baratos y accesibles que las frutas y las verduras. Asimismo, el residir en espacios que no cuentan con plazas o parques, para el desarrollo del juego y de la actividad física, o en lugares poco seguros que impiden el libre tránsito, también son factores que aumentan el sedentarismo y por ende los índices de obesidad.
Cómo revertir el escenario
Si bien la fundación destaca las acciones que el país ha adoptado para contribuir a la disminución de las cifras, insiste en que estas continúan siendo insuficientes. “Chile ha sido pionero en algunas medidas, como la Ley de Etiquetado Frontal de Alimentos, que ha tenido impacto en la reformulación de productos y en una mayor conciencia en las familias. También existen programas de alimentación escolar (JUNAEB) y estrategias de promoción de actividad física. Sin embargo, necesitamos políticas más integrales que incluyan entornos escolares y comunitarios saludables, una planificación urbana que promueva la movilidad activa y un mayor acceso a alimentos frescos y nutritivos, especialmente en sectores vulnerables”, sostuvo la presidenta de la fundación.
Obesidad y salud
Carla Bonatti, vicepresidenta de Salud Circular, enfatizó en la necesidad de adoptar acciones de manera inmediata, principalmente por los efectos que la obesidad puede ocasionar en la salud física y emocional. “La obesidad infantil no solo eleva el riesgo de enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, hipertensión y afecciones cardiovasculares, sino que también tiene un profundo impacto en la salud mental: estigmatización, baja autoestima, depresión y ansiedad son algunas de las consecuencias más comunes” sostuvo la profesional.
Para finalizar Bonatti destacó el efecto positivo que puede tener para el bienestar infantil el intervenir los entornos desde la más temprana edad. “La evidencia demuestra que intervenir tempranamente con estilos de vida saludables tiene un efecto positivo y duradero. Si como sociedad queremos aspirar a un futuro más saludable, todos debemos contribuir a generar los cambios que favorezcan estados de bienestar y salud para los niños y las niñas”, señaló.